domingo, septiembre 28, 2008

La experiencia de la lectura

Definitivamente el placer de la lectura y la escritura en psicología debe ir más allá de los convencionalismos planos de los artículos científicos.

Si seguimos en esta vía de la argumentación y de la citación hasta la saciedad, la escritura en psicología será un camino aburrido y tedioso (¿no lo es ya?).

Mejor pensar la escritura en psicología como un saber de escribir. Agradezco este concepto a Noé Jitrik, quien expresa esta forma de articular el saber de escribir y el saber de qué escribir.

lunes, septiembre 08, 2008

una reseña sobre Roberto Juarroz


Sin duda, la poesía de Roberto Juarroz es una experiencia de transformación de la realidad cotidiana, del realce a la unidad que contiene lo real, lo irreal, lo sustancial y el sentido del hombre dentro de su experiencia diaria. Para comenzar, en sus poemas puede verse la apropiación por una realidad que contenga los opuestos, la integración de la diferencia, en el que los elementos no se nombren en el sentido de sus oposiciones sino por la transformación unitaria al paso de la metáfora:

Entonces ya no habrá diferencia
entre tus ojos y tu vientre,
ni entre mis palabras y mi voz.
Las piedras serán como tus senos
y yo haré mis versos con las manos,
para que nadie pueda ya confundirse.

Si se afirma que todos los objetos son verbales, su integración nomina la realidad en formas que escapan a la clásica interpretación objetivista. Describir, explicar, sondear la realidad por vías interpretativas clásicas sólo paraliza al objeto de su descripción, no lo conoce desde adentro. Para Juarroz, el objeto poético es la apuesta por lógicas alternas, complementarias y alejadas de la razón occidental. En este sentido existe la poesía como la relación de lo posible y lo imposible. En su texto Poesía y creación, afirma Juarroz: “La poesía es un salto de la razón, pues con ella aparece la idea de otra lógica, otro eslabonamiento en la persecución de un sentido” (p. 138).


El sentido posibilita la lectura de la realidad a partir de sus máscaras, en apariencia, contradictorias. También la poesía es ese límite inquietante, en apariencia apacible, entre el mundo de la cordura y de la locura. En este sentido: “…la poesía está siempre enclavada en la zona que separa al hombre normal del que está más allá o afuera de lo normal” (p. 140). Esto puede verse reflejado en los siguientes versos:

Olvidarse de vivir.
Mirar hacia otra parte.
O no mirar hacia ninguna.
Hay un momento de la noche o el día
en que hasta el agua se abstiene
de todos sus reflejos.

Olvidarnos de vivir.
tal vez nos permita
olvidarnos de morir.

Los límites de lo real y lo irreal desaparecen en su nominación poética. Los objetos de la naturaleza, de las invenciones humanas, de los actos diarios no son estáticos en el plano de la poesía de Juarroz. Él, al no situarse en una realidad específica, juega con los sentidos comprensivos, con sus correspondencias con otros objetos y los transforma al nombrarlos. Desprovistos de los sentidos habituales, las cosas, se transforman en otras. La realidad se relativiza, el observador que los nombra se relativa también. Esto implica, para el sentido de su poesía, develar la expresión concreta en esta inversión en los significados de las cosas para expresar su realidad última. Esto se puede ver así:

El mal está en los ojos, no en las cosas.
El hombre es una fúnebre mirada
que cae de sueño en sueño
porque no sabe cuándo debe
cerrar o abrir los ojos.
Por eso, equivocadamente,
los abre cuando nace y los cierra cuando muere.

En estos versos está la expresión de Juarroz sobre el sentido de la observación, de describir la realidad como algo más allá de los actos cotidianos o de las estructuras sociales o de los supuestos que contienen la vida y la echan a andar en el tiempo y el espacio. Por ello es preciso, para entender la poética de Juarroz, sentir que en lo cotidiano hay algo más, algo agazapado, una esencia en espera de ser vista o creada por primera vez. Por ello mismo, la poesía es la apuesta por la relación con la idea de vacío. De este modo: “Se me ocurre que una de las finalidades de la poesía, una de las necesidades por las cuales existe, es arrojar al hombre en el abismo para salvarlo del vacío. Y para eso recurre a la aparente paradoja” (p. 143).

Es por la contradicción que se identifica el sentido de la existencia humana. Migrar de centro en centro, de palabra en palabra, para que esta sensación de irrealidad se vuelva y transforme en real. Los siguientes versos confirman el constante movimiento del centro a la periferia:

Y mientras tanto el hombre
abandona sus manos,
abandona sus pies,
abandona sus ojos,
abandona su lengua,
abandona su historia,
para fabricar otro hombre
y continuar a la vanguardia
de esta inaudita procesión,
de esta otredad concéntrica,
cuyo centro también abandona su punto
para fabricar otro centro.

Es la permanente transformación de lo dado, que suscita la función del poema, la que permite comprender de forma alterna las nociones sobre lo poético y el conocimiento sobre la realidad. Como lo expresa el poema, los límites, en apariencia arraigados a la vida misma, se convierten, por su evanescencia, en puntos de entrada para nombrar el misterio, lo no visto, lo invisible, lo irreal.

Por lo anterior, una de las más importantes consideraciones que establece Juarroz sobre la relación de la poesía con la realidad, es ese sentido de persecución de la imagen, que se transforma en otra. Necesidad de reconocimiento por vías de la relativización de las cosas a partir de la relativización del hombre mismo. El juego de palabras, bastante serio, en sus conversaciones con Boido, lo demuestra con suma propiedad: “Yo y el otro que soy. Yo y mis otros posibles. Yo y yo. Yo y lo otro. Yo y mi realidad. Yo y mi irrealidad” (p. 144). Está la explosión de los sentidos sobre el yo, que se escapan a la rígida conceptualización científica; no son suficientes las cualidades que la sociedad le exigen al yo, pues éstas lo limitan, lo cercan en un listado interminable de adjetivos, lo encapsulan en disertaciones que nada tienen que ver con su propiedad de transformación de lo real. Por ello mismo es que la poesía de Juarroz se instituye como una voz que enuncia estos mismos conceptos, pero a través de la imagen poética, que encierra lo científico, lo filosófico, lo existencial. Así, la expresión del yo, del mundo, de la vida, implica su vinculación con el sentido, que escapa a la nominación. El poeta lo expresa en estos términos: “No en la abstracción o el concepto, sino en la vinculación con una unidad que otorga sentido a las cosas” (p. 41).

Aparte de esta disgregación de lo real, está el lenguaje como motor, como signo arbitrario en el proceso de creación. Juarroz lo pone en estos términos: “El sentimiento de la propia palabra en el poeta y cómo él siente su vinculación con el lenguaje me parecen una de las vías fundamentales para llegar a comprender lo que busca” (p. 145). El propio poeta habla que la poética está fundada en el reconocimiento de la palabra no como signo arbitrario sino necesario. Necesario al nombrar y desnombrar; necesario en el punto de la creación de realidades alternas, no cotidianas, centrada en su propio límite. Palabra que se transforma de acuerdo a la intención de lo nombrado y mucho más allá. Esto puede ejemplificarse en los siguientes versos:

Buscar una cosa
es siempre encontrar otra.
Así, para hallar algo,
hay que buscar lo que no es.

Buscar al pájaro para encontrar a la rosa,
buscar el amor para hallar el exilio,
buscar la nada para descubrir un hombre,
ir hacia atrás para ir hacia adelante.

Y es este sentido de lo transnombrado en el poema (la creación de una presencia) lo que permite entender, para finalizar, la relación directa y complementaria con el amor, la muerte, el silencio, la soledad, la compañía, el exilio, pues busca, dentro de la rutina de los acontecimientos, algo que pueda ser dicho de otro modo, una forma en que la palabra ya deja su sentido primigenio de lo significado y busca la forma novedosa, inquietante, que logre en el lector ese sentido de irrealidad, de locura, de abismo. Lo ideal es lograr que una vieja palabra exprese nuevos sentidos, nuevas realidades, nuevas formas de celebrar el amor, los sentimientos, los conceptos y los paradigmas que, hasta ahora, han sido de forma tradicional, los únicos consagrados en expresar la vida del hombre. En últimas, establecer a la poesía como esa posibilidad de conciliar la realidad y la irrealidad como formas de la existencia humana.

Referencias

Juarroz, R. (1980). Poesía y creación. Diálogos con Guillermo Boido. Ediciones Carlos Lohlé. Argentina.
Juarroz, R. (2001). Poesía vertical. Antología. Común Presencia Editores: Bogotá.

viernes, septiembre 05, 2008

Pensar la poesía

Ha sido una grata sorpresa leer al poeta argentino Roberto Juarroz, pues en sus poemas se expresa esa angustia que a veces domina mis días de trabajo, repartidos entre el academicismo de la psicología y la libertad de la literatura y las artes; pensar que el pensamiento es poesía y que las formas como se construye la realidad pueden tomar la expresión de la metáfora.
La poesía de Juarroz da cuenta de los límites que se pueden construir entre la realidad y la irrealidad; entre lo acabado y lo inacabado; entre el sentido de la cotidianidad y la explosión de lo metafísico.
En poco, dejaré en este blog, un escrito sobre la poética de este escritor, en aras que sirva de sustento a las constantes y cada vez más sólidas relaciones que se pueden establecer entre los paradigmas emergentes en psicología y la poesía, como aquel arte de decir lo indecible.

--
Ps. FELIPE GONZALEZ